En las salas de espera, en vez de leer revistas prefiero pensar, o darme vuelta y mirar por la ventana.
4 comentarios:
Anónimo
dijo...
que un viento de voces nos impulse hacia adelante, que nunca se apaguen las bombitas amarillas, que el cielo se llene de serpentinas, que la calle sea río, que mi piel sea tambor, que mis sueños sean murgas que recorran la ciudad... letras de vino barato, tristezas en adoquines, bares vacíos, sinsabores compartidos... y una promesa de volver, siempre volver... resucita en el final, revive el carnaval... te quiero... Montevideo... Mora.
Hace mucho que no estoy en una sala de espera. Ni siquiera recuerdo la última vez. Creo que era en una casa fea (consultorio personal), con empapelado feo y revistas muy viejas, siempre con Susana y la bandita por la que siempre oscilan en las tapas de todas esas.
Lo más parecido es el cajero automático (pocas veces, porque soy pobre). Y es no mirarnos las caras con un par de desconocidos. Generalmente pienso en el calor que me está dando (o no) el sol y de posibles cosas que podría escribir, pero no.
Es verdad, también pasa en el cajer y en un montón de lugares más... en casi todos los "no lugares" posmodernos. Hay que cruzarse, amontonarse, chocarse, pero no hoy que mirarse, interactuar, demostrar que se sabe no estar solo. Ni siquiera hay que pregunat nada: hay carteles que te explican todo, y si no hay, uno se fastidia, ¿vieron?
(lástima que encuentro estos comentarios recién ahora...)
4 comentarios:
que un viento de voces nos impulse hacia adelante, que nunca se apaguen las bombitas amarillas, que el cielo se llene de serpentinas, que la calle sea río, que mi piel sea tambor, que mis sueños sean murgas que recorran la ciudad... letras de vino barato, tristezas en adoquines, bares vacíos, sinsabores compartidos... y una promesa de volver, siempre volver... resucita en el final, revive el carnaval...
te quiero... Montevideo...
Mora.
una vez fui a la sala de espera de un dentista al que iba mi mamà y en el coso donde debía haber revistas el tipo tenía todos libros de cuentos.
hasta el detalle de que sean cuentos había tenido en cuenta el tipo.
un fenómeno.
muá.
Hace mucho que no estoy en una sala de espera. Ni siquiera recuerdo la última vez. Creo que era en una casa fea (consultorio personal), con empapelado feo y revistas muy viejas, siempre con Susana y la bandita por la que siempre oscilan en las tapas de todas esas.
Lo más parecido es el cajero automático (pocas veces, porque soy pobre). Y es no mirarnos las caras con un par de desconocidos. Generalmente pienso en el calor que me está dando (o no) el sol y de posibles cosas que podría escribir, pero no.
¡Qué lindo, Voyeur! Esa gente me encanta...
Es verdad, también pasa en el cajer y en un montón de lugares más... en casi todos los "no lugares" posmodernos. Hay que cruzarse, amontonarse, chocarse, pero no hoy que mirarse, interactuar, demostrar que se sabe no estar solo. Ni siquiera hay que pregunat nada: hay carteles que te explican todo, y si no hay, uno se fastidia, ¿vieron?
(lástima que encuentro estos comentarios recién ahora...)
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